Verbo Estar.

Tengo un poema, en mis manos
En la puntas de mis dedos,
Así de sútil, entre mís ojos tus cejas, y sonríes entre el odio y la idea de no vernos más, un par de letras y varias cajas de cristal, hablando en lenguajes cínicos y lagrimas que mojan entre grietas de lo mordaz, había una lluvia calandome los huesos y tormentas cantando entre mis entrañas, tus manos rosadas curandolo todo, callando los truenos y despertando las pesadillas.

Habían tres días de calma y siete de tornados en pueblos, arransando todo, tus caderas quemando lo irreal, fuiste verdad, hubo lineas en tu espaldas que dibuje con mis ganas, soltandote no te supe sostener, los peces navegaban en el pavimento y como dos felinos fuimos víctimas de nuestra equidistancia alfa, el corazón hizo una alfombra y caminamos por los carbones, como queriendo borrar nuestras huellas en la arena.

Hay un rastro en la palma de mis manos, la ruta de tus lunares, camino inolvidable, tu sonrisa a medio terminar entre mis labios, tus ganas a las tres de la mañana y tu odio a las diez, el abrazo por la espalda, irme contigo pero sin ti, quedarme sin ti pero contigo, el sol sigue saliendo por el mismo lugar, mi brújula no es de fiar, atrincherando mis pies camino por montañas, rios y glaciares, la piel no me da para volver.

Aún hay poemas en mis bolsillos y una carta en blanco, no sé por dónde empezar, ni cómo terminar, te miro cuando cierro los ojos y te respiro sin que el aire pase por el espacio que no estás. No duele, hay serenidad.

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