Oda a Tu Espalda, Oda a la Calma

La lógica no entiende que eres una
exposición de lo imprevisto, que ganas de seguir sosteniendo las marcas de tus
sonrisas a medio terminar, son como huellas de que estuviste y que permaneces
aun, como las líneas de mis sabanas donde la madrugada la vistió de primavera,
como si era la primera vez, como cuando desvaneces las vendas de mis ojos
encerrados en los misterios de mí, de este desastre que soy y que siempre fui. Voy
naufragando en una isla, un humano en Andrómeda, una forastera en tierras
ajenas, es como ser verano en invierno, como ser citadina en una pradera,
camino sin mirar por las calles de unas luces que me guían, es tu mano quizás o
el sonido enmascarado de tu voz que vulcanizan gemidos, que se desvisten el
pudor, cuando tu espalda me cuenta historias que tus labios no saben expresar,
pero el arco de tu boca en el abismo de tus mejillas evocan una emoción y ya no
hay palabras que valgan lo que el adverso de tu pecho tiene para decir. No tengo
ganas de escribir un poema de la magia de tus caderas, ni de como dormir entre
tus pechos me hizo la madrugada entera, no tengo ganas de expresarte como tu
espalda pegada mi pecho me aclimato, como con su magia las pesadillas se fueron
de vacaciones, eso ya lo sabes porque estabas ahí, pero quiero decirte como la
calma me visito esa misma madrugada, la mañana y la noche que nos tomó por
sorpresa, bajando entre palabras enmudecidas, cuando los vidrios transparentes
mostraban la ciudad y no nos importó mirar. Pienso que algo puede estar mal,
pero ¿Por qué se siente tan bien? Es como si caminar entre el fuego que nos
quema desde que nacemos solo fuera parte de nuestra hoguera pasional, como la partitura
armoniosa que una orquesta celebra o un libro que se vuelve best-seller, hay
libertad en lo casual, hay calma en esa libertad, no tengo la suspicacia de
aquel poema de Cummings, ni la sutileza de Sabines, soy más como Wildedesde la
cárcel, Bukowski ebrio echando todo a perder porque es genio pero imbécil, o siendo parte de un proyecto de
Freud donde solo pienso en tu espalda, en tus caderas, en como mis manos
quieren pertenecer a ese lugar donde las palabras sobran y solo las paredes son
testigos de lo que nadie sabe y no hay que decir, la calma escondida que vive
entre palabras y entre silencios.
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