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El humo de la llama que se apaga

El humo de la llama que se apaga, el integrante forastero donde no sirven compasión, los ojos de un santo que se cree pistolero y las memorias colgando de la habitación, los días que van pasando, la fe que se ha perdido, el luto transeúnte en las avenidas, tu desesperación atiborrada y el agua que ya no calma la sed, nuestra soledad dándonos palmadas en la espalda y las maletas que ya no se pueden deshacer. Sin electricidad, esperando el bus en la parada, la lluvia que no moja, un suelo infertil donde crecen pinos y girasoles fuera de temporada, tú, luchando con las ganas y el testarudo amor, un tren que ya no hace paradas, un aeropuerto que es un cementerio, una despedida que nunca se acaba, pero te vas, dejando atrás la mitad de tu alma.

Ya me he ido, el manifiesto.

Siento que pierdo mi camino, que voy en picada, abajo y abajo, cayendo desde una colina, magulladuras en mi rostro, piernas y brazos, y no estás. Han tomado mi alma mil kilómetros de aquí, en cada espacio en el que no estás, es un agujero frio en mi estómago y las luces de cada faro se apaga, a medida que paso junto a él. Tú no estás, mientras grito tu nombre como una desquiciada mental, se tensan las venas de mi garganta, toda confianza que puse en ti y no estás, lo hice bien cien veces y me dejaste quemar cien veces más, tu amor ha sido violento, no hay nada que puedas hacer para que me quede, igual no estás, pero me duelen las manos y los pies, me duele la garganta desgarrada por decirle a todos que estarías al amanecer cuando la noche se hiciera más oscura, ahí estarías tú, tocando la puerta de la habitación,  para rodearme con tus brazos y quitar de mis manos las botellas de alcohol, las jerin...

Novecientos once.

Marco en el discado veinticuatro cincuenta y cinco y lloro, entonces me seco las lágrimas, pero no veo el sol, no está amaneciendo, ni el perfume entre las sábanas, y me voy. Soy peatón en una ciudad donde no hay aceras, asesiné las luces de cada auto, de cada foco, y los semáforos están en rojo. Tengo a la nostalgia mordisqueando mis entrañas, cada vez que el teléfono suena, lo levanto y es cualquiera, menos tú ¡oh melancolía! Levanto el teléfono y marco novecientos once preguntando por ti, ya la cordura no es bienvenida aquí, ni mayo, ni abril, ¿Cómo podré ver en ésta oscuridad? Me paro junto a la ventana, esperando que vuelvas y contigo vuelva a encenderse la luz.

Someplace

Bienvenida a este lugar donde las flores te admiran, y el cielo se viste de atardeceres para verte sonreír, tan inhóspito hasta tu llegada aquí, donde las lagunas están llenas de sal, y los bosques talan humanos, los libros te escriben con tinta de barro y las montañas escalan cabellos. Quédate un minuto después de la noche más oscura y verás  el resplandor del aurora boreal en las palmas de mis manos.

Cómo gané mi alma.

Recuerdo ese día, cuando las gotas de lluvia se nos metían entre las pestañas y el café era nuestro mejor momento, cuando nos sentábamos nos creíamos invencibles, esos días cuando los carros iban a velocidades de luces, entre tus costillas y las mías, reías y el tren volvía a los rieles, los durmientes se sostenían de tus manos. ¡que malditas las estrellas y tú! Gritas desde lo más alto de la montaña rusa, alzo mis manos y no tengo ganas de  decirte ni una maldita palabra. Maldito el café, maldita tus ganas de querer volver. Apenas recuerdo cosas. Aún así no olvido la infeliz que se llevo mis libros de Nietzsche y Kafka, mi diario y mis lentes Me dejó ciega una semana y me tropezaba con todo a mi alrededor Maldita la pata de cama que me recordó la madrugada cuando aferrada a ella, llorabas. Desgraciada estás, sueñes con hadas y te rodeen princesas, no hay salvación para tu alma. La cerveza sabe a polvo y recuerdo tus besos a través del cristal, labial en el espejo, Tan i...

ya casi es Abril

En la ciudad no caben las ganas,  De cantar, de bailar Y tú, conmigo,  a mi pecho parece gustarle tenerte cerca Es abril, las canaletas se llenan de gotas  Golpes pluviales Construyes con tu piel un hogar en mi estómago En mis entrañas al despertar y abrazarte Detén ese taxi, vamos a subir y mirar detenidamente  Los rostros, en cada uno lo ves  La nostalgia, la melancolía Te sientes segura o sientes que puedes caer Ya casi es abril La estación ha cambiado Quitate los zapatos, vamos a caminar sobre las alfombras de flores En la línea de tiempo nos saltamos los días  Las contradicciones de la lógica  Que las nubes nos arropen en la noche Que tu té permanezca tibio Son las once y aun no me he dormido Escucho el susurro de tu voz  Hablando de colores, de Sófocles y Antígona  De drama y de teatro De que me quieres y me piensas  Y que nadie se imagina el frío de despertar sin ti.

veinticuatro de marzo

El estruendo que haces al pasar, al caminar sobre mis huesos de cristal, el cielo y el océano son complices de tu recorrido, se necesitan centenares de inviernos, ya empezó la primavera, voy a colocar flores en tu cabeza, y si tienes frio las solapas de mis pasiones te abrigaran toda la noche, la tarde y en las madrugadas, que testaruda has sido, te advertí que era una trampa, pero ya estamos aquí y en esta ciudad nadie sabe guardar secretos,  en mi baúl ya no llevo cargas, solo olas y senderos de flores de sol para tí.  Tus piernas, tus manos y tus caderas me rodean, me desarman, no necesito vino para bailar ni café para despertar, me das, me das, música, paseos y el souvenir de tus abrazos, ¿escuchas como te estoy llamando?  Días, horas ¿lo escuchas en la radio? Todo me va hablando de ti y yo hablo de ti, vamos a bailar en la oscuridad, en la alcoba, en la sala, en los pasillos, Subamos al techo y miremos los vórtices de luces a nuestro alrededor.  Llueve ...