El humo de la llama que se apaga
El humo de la llama que se apaga, el integrante forastero donde no sirven compasión, los ojos de un santo que se cree pistolero y las memorias colgando de la habitación, los días que van pasando, la fe que se ha perdido, el luto transeúnte en las avenidas, tu desesperación atiborrada y el agua que ya no calma la sed, nuestra soledad dándonos palmadas en la espalda y las maletas que ya no se pueden deshacer. Sin electricidad, esperando el bus en la parada, la lluvia que no moja, un suelo infertil donde crecen pinos y girasoles fuera de temporada, tú, luchando con las ganas y el testarudo amor, un tren que ya no hace paradas, un aeropuerto que es un cementerio, una despedida que nunca se acaba, pero te vas, dejando atrás la mitad de tu alma.
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