veinticuatro de marzo

El estruendo que haces al pasar, al caminar sobre mis huesos de cristal, el cielo y el océano son complices de tu recorrido, se necesitan centenares de inviernos, ya empezó la primavera, voy a colocar flores en tu cabeza, y si tienes frio las solapas de mis pasiones te abrigaran toda la noche, la tarde y en las madrugadas, que testaruda has sido, te advertí que era una trampa, pero ya estamos aquí y en esta ciudad nadie sabe guardar secretos,  en mi baúl ya no llevo cargas, solo olas y senderos de flores de sol para tí. 

Tus piernas, tus manos y tus caderas me rodean, me desarman, no necesito vino para bailar ni café para despertar, me das, me das, música, paseos y el souvenir de tus abrazos, ¿escuchas como te estoy llamando?  Días, horas ¿lo escuchas en la radio? Todo me va hablando de ti y yo hablo de ti, vamos a bailar en la oscuridad, en la alcoba, en la sala, en los pasillos, Subamos al techo y miremos los vórtices de luces a nuestro alrededor. 

Llueve y el mar se pone ansioso, mis manos, mis labios, se entrelazan, parece que estás sentada en mi pecho, pero puedo respirar mejor que nunca, hay algo roto que armas a tu antojo y toma formas, textura, color, formas luces hermosas que hacen desaparecer todas las sombras del insomnio. 

Que cálidas son tus manos, aunque afuera esté nevando, voy tejiendo redes en tu pecho para vivir ahí, día a día, entre soles, nubes negras y pasajeras alegrías, en las horas que no te veo y en cada beso que nos debemos, cantaré canciones de fuego, rituales de lluvia para que diluvies en mi, me inundes de caricias, convertirnos en un arroyo, atravesando bosques, lagos y desembocando en nuestro mar secreto, de ese lugar que solo tú y yo conocemos, empaca que nos vamos.

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