Cuatro vetanas

Mientras caminaba encontré páginas sin leer, encontré palabras no dichas en un adiós, en dos adiós, me fui y caminé sobre mis propias huellas, las borré, eliminé rastros de la pena, los temores, el mar se los llevo, una ventana con vista al mar, las olas rompen el cristal, doblegan el cielo que brilla con el sol, que llora cuando las nubes sobrevuelan y lo vuelven sombra, lunas de papel, estrellas de carbón, piernas que corren y no van en alguna dirección.

Abre y cierra la ventana que da a tus ojos, abro la ventana que da a mi pecho, que salpica sangre, que salpica aire, que pasa por mis pulmones, apenas puedo respirar, ¡resucitame! No me mires agonizar,     —¿por qué me mira agonizar?— Sostente con tus uñas de mis manos.

Ventanas, puertas, vidrio y madera, una biblioteca, Kant, Platón, Nietzsche, Rimbaud, Shaw, Yates, Cummings, Sócrates, Wilde, Baudelaire, Wolfang, Kafka, Tolstoi, Homero, hasta Martí y Márquez, Bukowski y Miller, a piano, a pulso, mi brisa tus alas, miro por la ventana, una sonata, dos párrafos, mi mente en el abismo, aromas y sonidos.

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