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Mostrando entradas de abril, 2016

Un lugar.

¿Dónde se esconde el matiz inefable que habita mi pecho y tu alma? Vivimos de las caricias enmarcadas en nuestra piel tus lunares que forman galaxias nuestros ojos estrellas fugaces tu vida y la mía respirandolo todo te pienso y me miras, en canciones que nombran Iglesias y sacrificios, el Edén y la falta de juicio la locura de amarte en cada silencio en cada noche que no cogimos pero reimos, lloramos, cantamos me has odiado, pero te has quedado en cada suspiro una polilla se sacude las alas, se agitan las mariposas y se asoma el alba, al pasar por tu lado en cada acera tu mano en la mía como dos niñas con suma alegría ¿quien me dice que esto no es amor si al cogerte te estoy amando, y te estoy amando al cogerte? Porque me has enseñado que la vida es más que un par de tetas, que el pecho sirve para algo más que usar sostenes. Aquí cuando fallamos el abismo nos saca los pulmones en cada grito estruendos...

cada maldito día

Cuatro días, dos o tres, cada espacio inseguro, cada lugar oscuro, sombras, matices y un par de lunas llenas, amaneceres eclipsados y rocios de primavera, las rosas en el jardín de la vecina, las huellas de barro en las escaleras, los que caminan siguiendo al resto, como vacas antes de ser ternera en verano al subir la marea, cada maldito día, veo en rostros, en la brisa que no mueve las palmeras, cada maldito día es una espera, una tarde sin cerveza y un vino que no se añeja, escribo estas pobres letras y no sé donde queda ese lugar recóndito cuando reímos sin restarnos luciernagas, luces brillantes a través de la cortina, cada recuerdo me golpea, en la cabeza, tan fuerte en el estómago que las ganas de vomitar me bailan y me marean, no me pregunto nada, no pienso y rio a carcajadas, paz a cuenta gotas pero me invade la tristeza, un té para dormir, y vuelvo a escribir unas letras, una carta infini...

Cuando llueve por la tarde.

Los bosques no deberían tener sendero, las calles deberían ser de piedras calizas, tu aliento deberia sentirlo en mi pecho como la lluvia cayendo por la cornisa, la brisa mezclando todo, el polen, los campos llenos de lavanda, entrando poesía al alma, acariciarnos a las tres de la mañana, metiendonos en las sábanas cuando el alba arropa las ventanas. Veo la lluvia caer, entonces esos dulces pajaritos cantores se sacuden las lagrimas pluviales de sus alas pequeñas, puedo ver como lo disfrutan y vuelven a cantar, le cantan a la lluvia, a la brisa fresca en la hora del té, desde mi ventana lo puedo ver, el cielo gris parece que enfría el pecho y los pies, y echar de menos toca la puerta otra vez, leo entre lineas un poema, leo dos, entre estás letras, comienzo a recordarte, leo tres y no para de llover.