Relato de una Perversión Desnuda en Encaje.
Pareciera que bailaba entre llamas,
mientras afuera llovía,
sus curvas llenas de encaje estremecían toda la habitación y mis manos le recorrían
la piel,
sin dudar me dejo hacer con su cuerpo lo que mi mente morbosa quiso,
al son de una música que alimentaba las hoguera que salía por los poros de la perversión,
las paredes se humedecían a medida que ella lo hacía,
era lluvia, era
manantial,
era un diluvio torrencial entre sus piernas,
agitándose sobre mí,
frente a mí,
vi en sus ojos el placer de mis dedos acariciándole la esencia de
mujer,
el perfume de su cuello se confundía con el sudor,
entre ganas y gemidos,
entre humedad y agitación,
cuando mis manos tiraban de su cabello,
fuimos animales, fuimos imparables,
sus uñas
escribiendo palabras no dichas en mi espalda,
mientras nos movíamos al mismo
son,
mientras el placer nos elevaba a otra dimensión.
La lujuria ha sido el
mejor invento,
si es un pecado y existe el infierno,
que todas las noches me
arrope la lujuria,
porque follar se siente como el maldito paraíso,
como el néctar ilimitado
que sale del monumentos de sus dos piernas,
de la curvatura baja de su vientre
donde el movimiento en silencio solo añora por un poco más,
adentro y afuera,
suave y salvaje,
así es ella,
su piel que brilla como estrella,
no me molesta
la vulnerabilidad al dormir,
si duermo entre sus tetas,
entre la tempestad antes de la lluvia de entre sus piernas.
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